miércoles, 6 de diciembre de 2006

Virreyes del Perú (1544 - 1824)




Don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros

Cuarenta fueron los virreyes que gobernaron el Perú.

Desde el capitán general, Dn. Blasco Núñez de Vela, que hizo su entrada en Lima el 17 de marzo de 1544, hasta el teniente general José de Laserna, llevado a virrey por la fuerza de las armas, y con quien cesó para siempre la administración española en América después del descalabro de las tropas a su mando en las frías punas de pampa de Quinua en Ayacucho, aquel 9 de diciembre de 1824.

Un largo período, de algo más de 280 años, señaló la voluntad real guiada por las ordenanzas dictadas desde la metrópoli destinada a frenar la evidente insubordinación de los conquistadores y el fervor feudal que se anidaba en ellos, desde los mismos momentos de la conquista de estos reinos del Perú. La política, se mostró favorecida por esos emisarios regios que la aplicaron con acierto o, en no pocas ocasiones, extremado celo.

Leales y devotos a la figura real, únicamente subsistía, como límite del éxito de su augusta misión, la sabiduría y naturales dotes que cada uno de ellos poseía y habría de ministrar, ora en la cobranza de los tributos, diezmos, primicias, quintos reales, lanzas, medias lanzas, anatas y medias anatas, que tal era la pepitoria de contribuciones que pesaban sobre los habitantes, fueren nobles o no, en estas ricas vegas del Perú, ora en las audiencias en instancia última que habrían de presidir; como también en la defensa de las dilatadas costas a la que habrían de asistir enfrentando a taimados corsarios y temibles piratas; o porqué no, en las frecuentes disensiones políticas entre castellanos, vascongados y gallegos que habrían de terciar; mercedes que conceder, cuerpos de ejército que mandar y todo ello a la vista de no pocas festividades religiosas que, ocasión es para decirlo, menuda fiesta de toros y buena comida mejor regada, habrían de compartir. No poca cosa había de ser, entonces, la tarea de los regios mandatarios ni tan penosa que digamos habrían de padecerla.

Llegado el momento los Borbones relevaron a los Habsburgo en la conducción de los vastísimos territorios de esta parte del mundo, naturalmente con las marcadas características políticas que habrían de sobrevenir desde Europa, primero con la Contrarreforma a la cabeza de Carlos V, hasta los trances del ingreso de Napoleón en España que trajo la abdicación de Fernando VII, el Deseado y su forzada relegación en Bayona.

Los dos primeros gobernantes fueron, don Francisco Pizarro (1535-1546), conquistador del Perú y el licenciado Cristóbal Vaca de Castro (1549-1550), cuyas biografías y hechos son materia aparte. De igual forma a Dn. Pedro de la Gasca, le corresponde lugar aparte por su singular condición como pacificador en la guerra civil entre los conquistadores.

En resumen, en su momento, tuvieron la administración del Perú:


1 capitán general
1 presidente de la Real Audiencia
2 gobernadores; y
40 virreyes; dos de ellos tenientes generales


Manuel Atanasio Fuentes dice que fueron 42 virreyes. A don Juan Pío de Tristán y Moscoso (Arequipa 1773, Lima, 1860), militar y político peruano al servicio realista, algunos historiadores lo consideran como el último virrey, cargo que no llegó a ocupar efectivamente, por haber renunciado a él, no ejercido su mandato o no haberlo aceptado, según otros.

Importa decir, de paso, que los virreyes de Nueva España cuando eran enviados al Perú venían ascendidos, que tal jerarquía estaba instaurada de esta manera; lo hacían con la expectativa de quien ha ganado un premio. Las administraciones de los virreyes de Méjico, en muchas ocasiones se prolongaron con semejante ascenso al venir directamente al Perú, cuna del importante imperio incaico, entonces en trance de destrucción cultural por haber emprendido los iberos ávida rebusquina de oro y plata. Lo que dice en mucho de la importancia que pesó sobre los hombres del rey en los asuntos de estado, en aquellos otros que disponía la Iglesia y en no pocas ocasiones, con dirección a los que algún interés podía reportar a los nativos del país, quienes, además de su miserable suerte, eran tributarios sin remisión. Cabe anotar que algunos capitanes generales de Chile pasaron como virreyes al Perú.

El número total de virreyes en América fue de 170, de ellos sólo cuatro fueron americanos, y de 600 capitanes generales, apenas catorce criollos llegaron a ocupar ese cargo.

Los gastos de Carlos V y su deuda a los banqueros judíos Welser y Fuggar (los Fúcares, según los españoles de la época) fue la medida de la expoliación de América indiana.

En una de mis visitas a Méjico, en 1998, fije la atención en un magnífico lienzo que luce en la sala virreinal del Alcázar de Chapultepec, antigua sede del Palacio de Maximiliano y del posterior gobierno republicano. Muestra aquél la efigie del virrey Dn. Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, virrey de Nueva España (1603-1607) y, posteriormente, undécimo virrey del Perú, (1607-1614) quien alcanzó el alto ministerio en América gracias a la merced del rey que le tenía como bien allegado. Joven en porte y mirada, de facciones que en algo revelan el empuje y la codicia, así luce en el lienzo, su suerte había de mejorar cuando el entusiasmo del soberano por su administrador hubo de enviarlo al Perú.

A él debe la Capital el puente de Piedra o de Montesclaros cuya fábrica mandó levantar para unir Lima con el arrabal de San Lázaro, que se extendía del otro lado del Rímac entre potreros y vegas. También la alameda de los Descalzos, de proporciones generosas que está sufriendo, aunque sea torcido así decirlo, pues más de abandono y pena le cupo en su dilatada existencia como paseo entre álamos, la dicha de estar siendo restaurada en los días que escribimos estas líneas. El Mariscal Ramón Castilla, admirador de lo peruano, dispuso la restauración o mejora de este bello paseo de álamos y como resultado de ello se colocaron estatuas de mármol traídas de Italia y la hermosa y larga verja de hierro que lo protege hasta nuestros días.

La administración virreinal fue como sigue:




Bajo los Asturias Menores o Habsburgos (1544 - 1700)

(Carlos I a Carlos II)

1. Virrey.- Don Blasco Núñez de Vela, capitán general (17 mayo de 1544 hasta el 18 de enero de 1546 en que fuera muerto en la batalla de Añaquito)

2. Virrey.- Don Antonio de Mendoza, marqués de Mondéjar (1551-1561)


3. Virrey.- Don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. (1555-1561)


4. Virrey.- Don Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nyeva. (1561-1564)


5. Virrey.- Don Francisco de Toledo, conde de Oropesa. (1569-1581) Era el hijo tercero de D. Francisco Álvarez de Toledo, tercer Conde de Oropesa y de Da. Manuela de Figueroa, hija del Conde de Feria, D. Gómez Suárez de Figueroa.


Disfrutaba, al tiempo de ser nombrado Virrey, de una encomienda en la Orden de Alcántara y, poco antes de marchar al Perú, recibió el nombramiento de Mayordomo de Palacio.

Enviado por Felipe II, por su carácter perspicaz y enérgico a levantar la real tasa del Perú, este virrey no sólo produjo a satisfacción el mandato del monarca sino que dispuso que en el dilatado reino los indios se agruparan en reducciones, con el propósito de usar mejor de su mano de obra, cobrarles los impuestos y darles doctrina. Es el creador de la reducción de indios de Lima, llamada el Cercado. Ambicioso en el celo del cumplimiento de su tarea, a él se debe, como se tiene dicho, el censo-inventario de los recursos humanos, animales y demás del Perú registrado en la Tasa de la visita general.

Reglón aparte y a propósito de este importante documento se conoce las encomiendas que D. Pedro de la Gasca había otorgado en 1548 a mi antepasado y ascendiente por la línea materna, Dn. Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos, Regidor Perpetuo, Depositario General y Alcalde ordinario de la ciudad del Cusco, hijo de Don Agustín Jara de la Cerda Godoy y Palomino, Regidor perpetuo de la misma ciudad, y de doña María Josefa Valer de los Ríos y Castro, su mujer, hija de Don Gonzalo Valer de los Ríos y Cabrera, y de Doña Agustina Arias de Castro. Descendiente del famoso Conquistador y Adelantado Don Gonzalo de Valer, que por especial Real comisión hizo en el Perú los primeros reglamentos a favor de la Real Hacienda.

El primer Marqués de Casa Jara descendía por línea paterna de Don. Gaspar Jara de la Cerda, natural de Badajoz (Extremadura), fundador de esta Casa en el Perú, uno de los principales conquistadores de aquellos reinos, gran enemigo de los Pizarro, y uno de los principales pobladores y Regidores de la ciudad del Cusco, su Primer Alguacil Mayor del Santo Oficio al establecimiento en aquel Reino de la Inquisición, en 1571. Encomendero de Lampa, llamada de Lampaxara, de Nicario, de Nicasio, Capi y Mapay o Macari (ver la Tasa General) Don Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos fue creado por el Rey Don Fernando VI, y en recompensa de los 25,000 pesos dados por él para atender a las necesidades de la guerra durante el anterior reinado, título de Castilla, con la denominación de Marqués de Casa Jara, por su Real cédula fechada en el Real Sitio del Buen Retiro a 20 de marzo de 1754, y de la que, creándolo previamente Vizconde de Valer, se expidió el correspondiente Real despacho en el Buen Retiro el 9 del siguiente mes de julio, refrendado por el Secretario Don Agustín de Montiano y Luyando, título creado libre, perpetuamente, del pago de lanzas y de media anata.

Casó Don Agustín Jara de la Cerda y Valer de los Ríos, Primer Marqués de Casa Jara, cuatro veces: la primera, con Doña María Josefa de Somiano y Quint, hija de Don Gabriel de Somiano y Zumalave, Caballero del Hábito de Calatrava, Corregidor de la provincia de Paucartambo; nace de este enlace una hija que murió en la infancia; su segundo matrimonio lo celebraría con Doña María de Ugarte y Seliorigo, hija de Don Gabriel de Urtarán Pérez de Ugarte, Caballero de la Orden de Santiago, Maestre de Campo de la Infantería Española, y de doña María Teresa de Seliorigo, quien tuvo otra hija llamada Doña Teresa Jara y Ugarte, que casó en el Cuzco con Don Sebastián de Concha.

Falleció Don Agustín de la Cerda y Valer de los Ríos, Marqués de Casa Jara, en la ciudad del Cusco, el día 9 de noviembre de 1755, bajo poder para testar el 25 de octubre del mismo año ante el escribano público Tomás de Cárdenas.

6. Virrey.- Don Martín Enríquez de Almanza. (1581-1583) El Calendario Gregoriano empieza el 15 de octubre de 1582.

7. Virrey.- Don Fernando de Torres y Portugal, conde de Villar don Pardo. (1584-1589)

8. Virrey.- Don García Hurtado de Mendoza, Segundo marqués de Cañete. (1589-1595)

9. Virrey.- Don Luis de Velasco, marqués de Salinas. 1596-1598)

10. Virrey.- Don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Figueroa, conde de Monterrey. (1604-1606) Nació en Monterrey. Galicia.

Felipe II lo nombró virrey de la Nueva España en 1595. Sucedió a don Luis de Velasco quien había sido promovido al virreinato del Perú.
Su viaje desde Veracruz hasta el puerto de Paita se hizo en reltiva tranquilidad. Permaneció por razones de su quebrantada salud en dicho puerto del cual zarpó con rumbo al Callao pero por efectos de un temporal la nave retornó al punto de zarpe y entonces se dispuso hacer el viaje por tierra, un recorrido largo y penoso pues el regio funcionario traía quebrantada la salud.

Hizo su entrada en Lima, el 28 de noviembre de 1604 donde se le recibió, fuera de costumbre, con tres arcos en lugar del único que era de uso colocar para la entrada de los virreyes.


Su relación con los naturales durante la administración del virreinato de Nueva España fue ejemplo de prudencia y caridad al extremo que su retiro trajo un congoja muy sentida. Esta conducta la repitió en el Perú donde desgraciadamente, como tenemos expresado, su permanencia fue breve pues falleció antes de cumplir el tercer año de su gobierno.

• En su ejercicio, se levantó la iglesia de la Soledad, primera sede de los padres franciscanos en Lima que deberían posteriormente erigir la contigua y monumental Iglesia de San Francisco, cuya portada en piedra gris, se reputa como la mejor de estilo barroco de América.

• Diego de Padilla, fundó en 1604 la ciudad de Oruro.

• Se erigen los obispados de Santa Cruz de la Sierra y de la Paz.

• El arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, fundó, en 1605, el monasterio de Santa Clara en Lima.

• Como consecuencia de su decisión se organizó, en 1607, el Tribunal y Audiencia Real de Cuentas y Particiones.

• El crecimiento de Lima, Cusco y Potosí da por entonces preponderancia a las artes manuales y se produce mercadería para la vida ordinaria y también fina artesanía, por lo cual los gremios toman auge, a la cabeza de un experto o maestro artesano. Se asocia cada organización a determinada iglesia o capilla y de allí aparecen más tarde las cofradías. Durante el gobierno del conde de Monterrey, se legisló respecto de los espaderos, zurradores y zapateros, sumándose a lo que habían hecho sus antecesores: en 1594 Dn. García Hurtado de Mendoza, con los carniceros, menuderos, pasteleros, mesoneros, cereros, confiteros y en 1604, Dn. Luis de Velasco, que se ocupó de los sederos, entre otros.

• El volcán Huaynaputina, también llamado Omate, hizo violenta erupción, cuyos efectos se hicieron conocer en el planeta por los cambios del clima, especialmente fríos. La destrucción de la ciudad de Arequipa fue de grandes proporciones.

• En Lima se le conocía por el Virrey de los milagros (Ricardo Palma), por los muchos que se produjeron durante su muy breve presencia en la capital del virreinato.


Al destinar sus haberes en obras pías y con los necesitados, resutó finalmente pobre por lo que a su muerte, acaecida el 10 de febrero de 1606, se hubieron de procurar los dineros sufragándolos la Audiencia. La caja mortuoria y ornamentos fueron colocados al lado del altar mayor de la iglesia de San Pedro, donde permanecieron hasta mayo de 1607, fecha en que subrepticiamente sus huesos fueron pasados a una pequeña urna, cuidándose de retornar la caja junto a los ornamentos y, así, en secreto, partieron a España portándolos el padre Messía, designado Procurador a Roma y Madrid.
Posteriormente encontró sepultura en la iglesia del colegio de Monterrey, Galicia, fundado por él.

11. Virrey.- Don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros. (1607-1614) Nota: En el Prefacio del libro de Mary Fukumoto Ph. D. Hacia un nuevo sol. Japoneses y sus descendientes en el Perú, se lee estos párrafos:


"En la Biblioteca Nacional del Paseo de Recoletos, en Madrid, se guarda un interesante documento de la época colonial. Se trata de un minucioso informe fechado el día 27 de enero de 1614, redactado por el Escribano de Su Majestad, don Miguel de Contreras. En él se da cuenta del resultado de un censo de la población de Lima, realizado el año anterior por orden del virrey Juan de Mendoza y Luna, conde Montesclaros (1604-1615)(Corrección: marqués de Montesclaros, gobernó de 1604 a 1614) Lima contaba entonces con una población de aproximadamente 25000 habitantes, entre los que se incluían 114 asiáticos: 38 eran chinos, 56 oriundos de los territorios portugueses en India y, curiosamente, había 20 japoneses. Más precisamente, 9 japoneses, 4 de ellos casados, y 11 japonesas, cuatro de ellas con sus maridos. Por qué motivo estos japoneses cruzaron el Pacífico y finalmente se asentaron en Perú, es una incógnita"

12. Virrey.- Don Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache. (1614-1621) Nace en Lima, el 9 de febrero de 1815, calle de Aldabas, Francisco del Castillo, el Apóstol de Lima.

13. Virrey.- Don Diego Fernández y Córdova, marqués de Guadalcazar. (1622-1629)- (c.1580-1630) Administrador colonial español, virrey de Nueva España (1612-1621) y de Perú (1622-1629) Debido a su afortunado gobierno en Nueva España recibió el apodo de 'el Buen Virrey'. Puso fin a la revuelta de los tepehuanes. Fundó las ciudades de Lerma (1613), Córdoba (1618) y Guadalcazar (1620) Acabó el acueducto entre Chapultepec y Ciudad de México. Como virrey de Perú puso fin a las luchas intestinas entre familias rivales. Protegió Lima de las acciones corsarias, en especial las del francés Jacques L´Hermite, y reformó el sistema fiscal. En 1629 abandonó su cargo y regresó a España.

14. Virrey.- Don Jerónimo Fernández de Cabrera, conde de Chinchón. (1629-1639)

15. Virrey.- Don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. (1639-1648)

16. Virrey.- Don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra. (1649-1655) Nada respecto de alguna insubordinación de dimensiones, según se conoce de las notas que se trascriben a continuación: "Gobernó el conde de Salvatierra la Nueva España desde ese día hasta que, habiendo sido nombrado virrey del Perú el 8 de julio de 1674, entregó el mando el 13 de mayo de 1648 a don Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatán, nombrado para reemplazarle interinamente y mientras llegaba el nuevo virrey don Luis Enríquez de Guzmán, Conde de Alba de Liste, "dejando memoria de haber sido religioso y moderado gobernante y haber dado impulso a las mejoras materiales" (Gobernantes de México.)

Llegó el conde de Salvatierra a Lima acompañado de su esposa doña Antonia de Acuña y Guzmán, que también le había acompañado en México, y recibió ese día el gobierno del reino de manos de su antecesor don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. Ejerciolo por el tiempo de seis años, cinco meses y cuatro días y hasta el 24 de febrero de 1655, en que lo entregó a su sucesor el conde de Alba de Liste que lo había sido también de México.
Pocos acontecimientos marcan el virreynato del conde de Salvatierra, durante el cual continuó el país gozando de aquella paz, sosiego y tranquilidad en que lo había dejado su predecesor. Dedicose especialmente al embellecimiento de la ciudad, a la cual tomó especialísimo cariño y en la que quedó como muestra imperecedera de ese afecto, la fuente monumental que se eleva en su plaza mayor y que inauguró en 1650, con cuyo motivo se imprimió en esta ciudad un folleto en que se la describe, escrito por don Fernando de Sotomayor, Procurador de la Real Audiencia: al final de él están dos romances del doctor don Antonio de Retes y Velasco y de don Francisco Severino de Torres, Alguacil Mayor de Cabildo, en alabanza de la fuente y acción de gracias al virrey, con equívocos propios del gusto de aquel tiempo y alusivos a los apellidos del conde: vaya como muestra esta redondilla:


El agua que en ella corre
No corre como solía,
Y se ve de tierra salva
Y por salva tierra limpia

Otra descripción muy detallada de ella, se registra en el número de El Mercurio Peruano, correspondiente al 9 de febrero de 1792. Por cuanto me parece de gran importancia esta descripción detallada, la reproduzco en toda su extensión:

"En el centro de la Plaza se levanta tres pies y medio sobre el plano de ella, una mesa de repostería de quince varas por lado guarnecida de una grada de piedra de sillería, a la que rodea un acueducto descubierto en donde se acoplan los desagües que van a precipitarse en una acequia. Encima se ve colocada la taza principal de nueve varas de diámetro, coronada de ocho leones y otros tantos grifos que aquellos tienen en sus a sus plantas, y orlada de ocho medios puntos en la altura de una vara. Está revestida por la parte exterior de molduras exquisitas y macetas de flores de medio relieve, y cubiertas interiormente en su plan y cerco de azulejos. En el medio tiene un pedestal de dieciocho pies de altura compuesto de tres cuadros bellamente adornados, en el que se apoya segunda taza de tres varas de vuelo que despide el agua por ocho vistosos mascarones. Sobre ésta se eleva una columna de dos pies de diámetro y dos varas de altura, hermoseada de bellos follajes y labores primorosas con cuatro carterones que sostienen la taza más alta de seis varas y dos séptimas de circunferencia, perfilada interiormente y rodeada por defuera de diez graciosos serafines que lanzan precipitadamente el líquido que en ella se recoge. En su centro aparece a manera de pirámide otra columna de dos varas de alto artificiosamente labrada recibiendo la taza de follaje que remata en el farol compuesto de seis columnas de dos pies y medio de altura que forma una cúpula sobre la que se mira la Fama de vara ¾ de alto con el morrión en la frente, las Armas Reales de nuestro Soberano en la mano derecha, y en la izquierda el clarín con el que publica su nombre y magnificencia.

El cobre campanil es el material de que constan todas las partes de esta Fuente, y sus respectivos ornatos son conformes a las reglas del orden composito (sic) de la Arquitectura civil. Tiene quince varas y una tercia de elevación hasta el morrión de la Fama, de las que deducidas una y tres cuartas varas de la altura de esta, solo restan líquidas tres varas y siete dozavos a las que surge el agua que derrama. En cada ángulo de su mesa aparece un pilón formado en jun zócalo y tres medios puntos guarnecidos de molduras; de uno de los cuales sale una pirámide adornada de florestas de medio relieve, que por tres caños despide el agua a su taza fabricada del mismo cobre campanil. A toda esta obra en que relucen la magnificencia y el buen gusto arquitectónico, circunvalan veinticuatro piezas artillería, y dieciséis cadenas de fierro que franquean por el medio y sus cuatro ángulos una entrada estrecha, y capaz solamente para que se introduzca el vecindario. Si aquí detuviésemos la pluma, este breve diseño sería inútil, y aún molesto: pero persuadidos de que no dejará de ser agradable el manifestar los conductos por donde bebe esa fuente sus aguas, y el modo artificioso con que se vierten por todos sus tubos, daremos una idea cabal aunque sucinta. En la Plazuela del Colegio de Santo Tomás hay una Arca general, donde se reparten las aguas reglamentadamente por diversas cañerías para las pilas públicas y privadas de toda la Ciudad. Desde este sitio hasta el pie de nuestra Fuente hay un desnivel de doce varas y tercia; así corriendo el fluido precipitadamente a causa de la inclinación del plano , y de la fuerza que recibió en el descenso de su origen primitivo, se acopia a un tinajón ovalado de dos varas y media de alto y una y media de diámetro, en donde hace su represa; y saltando impetuosamente se escapa por el camino desembarazado que se le presenta, y cual violento torbellino se eleva un chorro pujante hasta los cielos, de suerte que parece que por el aire arroja a todas partes sus saetas: graciosamente saltan las aguas, y encorvándose a manera de un vistoso penacho caen haciendo un festivo y armoniosos ruido; y como si se burlasen, azotan a las que fueron anteriormente derramadas balando al mismo tiempo con una avenida de rocío la taza inmediata al surtidero . Esta por diez caños se desagua en la segunda, en donde rebozando este líquido, es impelido por otros ocho caños a la taza mayor: acumulado aquí, se distribuye por otros tantos conductos y sus correspondientes flautas, que bajan y suben alternándose en unos depósitos situados al pie de la madre, en la que siendo comprimido se eleva con pujanza, y brota por los pilones colocados en los cuatro ángulos de su mesa, y por los ocho leones y otros tantos grifos inferiores a éstos, que con suma rapidez lo retornan a la misma taza de donde se había derivado. La abundancia de las aguas que por cuarenta y seis caños se deslizan formando un género de vuelta convexa, es muy agradable , y realza grandemente todo el ornato que procuran la curiosidad y el arte."

17. Virrey.- Don Luis Enrique de Guzmán, conde de Alba de Liste. (1655-1660)

18. Virrey.- Don Diego Benavides y de la Cueva, conde de Santisteban. (1661-1666) El 24 de junio de 1665, durante su gobierno comenzaron los disturbios en el rico asiento mineral de Laycacota
, perteneciente al maestre de campo don José Salcedo, por una pendencia entre los indios y gente de esa mina y las de otras vecinas, en la que murieron el padre Simón de Miranda, comisario de Jerusalén y Juan de Campos. Apaciguados por el gobernador don Andrés Flores de la Parra, renacieron con más violencia bajo su sucesor don Ángel de Paredo, tomando el 18 de octubre la forma de una verdadera rebelión, en la que se profirieron mueras al rey y al Papa. (Ver Córdoba y Urrutia)

19. Virrey.- Don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos. (1666-1672) El más importante suceso que le cupo atender a este virrey fuera acaso el relacionado con la sublevación de los comuneros de Laycacota. De los más conspícuos don José Salcedo.
Acaso mi afición por lo antiguo esté basada en los relatos escuchados, con gran expectación, y las consecuentes lecturas de las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma Soriano, las notas biográficas de Manuel de Mendiburu, los relatos de plazas y calles de Eguiguren y Gálvez, los múltiples relatos de Arequipa y Trujillo y cuanto otro acontecimiento registrado hubo llegado a mis ojos y curiosa remembranza de lo antiguo y tradicional. De allí que ponga énfasis en algunos relatos.

Por algo la conquista del Perú y los hechos que se produjeron cuando, incorporado a España el vasto Imperio de los Incas, como uno más de sus reinos quiso el destino que siguiera la misma suerte de la metrópoli y de alguna forma aún la sigue; es que no hemos abandonado del todo los influjos de la sangre copiosamente mezclada ni de las costumbres que a diario exponemos y de las cuales somos herederos para bien o para mal.


No he dejado desde mi temprana infancia de estremecerme con los finos relatos de virreyes, pajes, oidores, corregidores, adelantados, conquistadores, alguaciles, curas, vicarios, beatas, tapadas, campaneros, albéitares, alabarderos, brigadieres, maestres de campo, alguaciles, corchetes, gobernadores, licenciados, factores, escribanos... y tantos otros funcionarios y personajes de la varia gama institucional de la colonia. Naturalmente que agregadas a las nativas, aquellas costumbres, mucho del mestizaje cultural formó el hechizo que mantiene viva la llama del interés de quien esto produce y relata. Es pues el Perú vasto escenario del gran teatro del pasado.

La muerte del conde de Santisteban y el incremento de los disturbios de Laycacota hizo que la Reina Mariana de Neubourg, regente de España por su menor hijo don Carlos II, nombrara virrey del Perú a don Pedro Antonio Fernández de Castro, Andrade y Portugal, X conde de Lemos, por el rey Enrique IV en 1457.

Estaba casado el señor virrey con doña Ana de Borja, prima suya, por ser ambos descendientes del Papa Alejandro VI, y, por consiguiente, de San Francisco de Borja. Nombrado virrey del Perú a fines de 1666, estaba autorizado por real cédula a dejar el gobierno a su esposa, en el previsto caso que tuviera que ausentarse de la capital del virreinato. Embarcó en uno de los galeones que mandaba el príncipe de Monte Sancho y zarpó de Cádiz, en compañía de su esposa, el 3 de marzo de 1667 por la vía de Portobello y Panamá y llegó a Lima el 21 de noviembre del mismo año. Recibió el mando de la Audiencia que presidía el licenciado Iturrizana. En junio embarcó para el sur dejando, como estaba previsto, el gobierno a su mujer, en uso de la real cédula, por lo que la Real Audiencia no hizo objeción alguna. Gobernó el Perú doña Ana durante 18 meses, que fue lo que tardó el conde en su expedición, y se dice que gobernó con firmeza y tino lo que le valió respeto y admiración.

Desembarcado el virrey en Arica, emprende rumbo hacia Paucarcolla a contener los disturbios de Laycacota, que asumían ya formas de completa rebelión. Hízolo con la energía propia de su juventud.

Abrió causa e hizo ejecutar a 42 de los principales rebeldes, incluyendo a su caudillo el maestre de campo don José Salcedo; condenó a 72 más en rebeldía e hizo arrasar y asolar la población de Laycacota que tenía más de 3,000 casas y fundó en su lugar y como capital de la provincia de Paucarcolla la villa de San Carlos, hoy ciudad de Puno, capital del departamento y diócesis del mismo nombre. Completada su obra de pacificación visitó la provincia de Chucuito, se detuvo en el santuario de Copacabana, pasó luego al Cusco de donde regresó a Lima, reasumiendo el gobierno en 1669.

El gobierno del conde Lemos llevó el timbre y voluntad del regio funcionario; adicto a lo religioso impuso en todos los aspectos de su vida pía influyente destino en los gobernados; escuchaba misa dos veces al día, rezaba el oficio parbo además del ordinario, barría la iglesia de los Desamparados del cual fue el fundador, visitaba a los enfermos a quienes daba de comer de rodillas y dejaba magníficos regalos. Impuso la obligación de que al toque de oración al momento de levantarse el cáliz en la misa mayor de la catedral, el pueblo se arrodillara. Instituyó la exposición del Santísimo en una de las iglesias de Lima. Fundo el hospital de los betlemitas, de los padres barbones, orden instaurada por el padre Betancourt en Guatemala. Mandó levantar la magnífica fábrica de la iglesia y convento de San Francisco de Cajamarca, una pieza de notable factura arquitectónica.

20. Virrey.- Don Baltasar de la Cueva Enríquez, conde de Castellar. (1673-1678)

21. Virrey.- Don Melchor de Liñán y Cisneros, arzobispo de Lima. (1678-1681)

22. Virrey.- Don Melchor de Navarra y Rocaful, duque de la Palata. (1681-1689) Durante su gobierno se levantaron las murallas de Lima. Fueron sus constructores, el oficial de artillería Luis Venegas, el sabio presbítero Juan Ramón Köning y el alarife Manuel Escobar. El costo fue de 680,000 pesos.

23. Virrey.- Don Melchor Antonio Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la Monclova. (1689-1705)

Bajo los Borbones (1700 - 1824)

(Felipe V a Fernando II)
24. Virrey.- Don Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell dos Ríus. (1706-1710) Don Manuel de Oms y Santa Pau, Olim de Senmanat y de Lanuza, creado Marqués de Castell-dos-Rius en 1696 y Grande de España de primera clase en 1703, había sido embajador en las cortes de Portugal y Francia, representado a España durante los años que precedieron a la muerte de Carlos II, y se desarrollaron las intrigas que dieron a la casa de Borbón la corona de España. El marqués, decidido partidario de esta casa, desempeñó papel importante en aquellos, y como embajador del Rey católico cuando acaeció la muerte del monarca Habsburgo. Presentó a Luis XIV el testamento en que designaba a su nieto como sucesor y fue el primer español que saludó al Duque de Anjou como Felipe V, Rey de España y de las Indias. Felipe V recompensó en la mejor forma a este leal servidor dándole el virreynato del Perú, en 1704, un año antes de que falleciese el Conde de la Monclova.

25. Virrey.- Don Diego Ladrón de Guevara, obispo de Quito
. (1710-1716)

26. Virrey.- Don Carmine Nicolao Caracciolo, príncipe de Santo Buono. (1716-1720)


27. Virrey.- Don Fray Diego Morcillo, arzobispo de Charcas. (1720-1724)



28. Virrey.- Don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte. (1724-1736)




Don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte
(1724-1736) Vigésimo octavo virrey del Perú
El gran collar que luce, el señor de Castelfuerte, es nada menos que el Toisón de Oro, una de las más antiguas preseas de España y posiblemente la más importante entre las europeas. Los reyes de España lo llevan. La orden de este nombre estaba instituida desde antiguo.
De la más fina joyería y valor intrínseco, también constituye preciado símbolo; lo son cada uno de sus hermosos y bien labrados eslabones. Lleva pendiente un cordero, fina representación del vellocino de oro, aquél sueño o quimera de Odiseo más conocido por Ulises, el legendario argonauta, héroe de Homero, vencedor de Troya, marido de la fiel Penélope, padre de Telémaco y dueño de Argos, el viejo y ciego can, único ser que lo reconoció a su vuelta a Itaca.
Había emprendido Ulises la búsqueda de aquel vellocino por el mundo de la antigüedad griega con notable suceso y cuya apasionante narración ha llegado a nuestros días.
No poca cosa podría acaecer para cualquier poseedor un cordero cuya lana de oro creciera conforme se la esquilmara… acaso fuera fiel símbolo del ideal español.
En España, las noticias de la insurrección en el Paraguay, que terminaría con la captura y ejecución en Lima de su líder don José de Antequera caló hondo en la corte y se dispuso que para virrey era necesario enviar a un militar, en reemplazo del prelado virrey que tenía el virreinato del Perú hasta entones, Fray Diego Morcillo, arzobispo de Charcas.
Este había de ser, el marqués de Castelfuerte, don José de Armendáriz, natural de Ribagorza, Navarra, el más notable militar que vino a América del Sur (Mendiburu) y el único entre los virreyes que fue Capitán General, actor, en su época de las más importantes campañas militares del reino. Condecorado por sus hechos de armas con la Cruz de Santiago.
Era el marqués de un temple y carácter notables.
Recibió su nombramiento para el virreinato del Perú, se embarcó para su destino el 31 de diciembre de 1723 y entró en Lima el 14 de mayo de 1724. Gobernó con mano firme hasta el 4 de enero de 1736 fecha que le sucedió el marqués de Villagarcía. A su paso por Panamá tomó severas acciones para desposeer a los ingleses de cualquier pretensión. Desarmó a un navío de aquella nacionalidad que potencialmente se le reputaba corsario. Nada de ingleses con él.
En este preciso punto conviene exponer que la nobleza española, en época de los habsburgos o austrias menores (dinastía que empezó en el S. XVI con Carlos I, quien pasó luego como emperador de Alemania, como Carlos V, hasta el desafortunado Carlos II, apodado el Hechizado, al finalizar el sXVIII que se prolongó con los borbones) en lo fundamental, estaba compuesta de la siguiente forma:
Los primos del rey
Los parientes del rey
Los grandes de España
A ninguna de ellas pertenecía, sin embargo, el marqués.
Bien, luego de esta parrafada de mito, leyenda e historia veamos de repaso la importancia que tuvo el citado representante de la corona en el virreinato del Perú y su dilatada jurisdicción civil, militar y eclesiástica:
Hechos notables:
• Fueron ejecutados en Lima el oidor de la Real Audiencia de Charcas don José de Antequera, y el alguacil mayor de Asunción don Juan de Mena, lo que había de causar un sonado tumulto en la plaza mayor con los padres franciscanos que abogaban por el perdón del reo condenado a degüello, que el severo militar sofocó con el resultado, además de las ejecuciones anunciadas, de la desgraciada muerte de dos patrocinadores de las víctimas, ambos sacerdotes franciscanos.
• Se abren las dos portadas posteriores de la Catedral, que dan a la calle de Santa Apolonia, patrona de los sacamuelas, ergo dentistas de la época, de allí las tenazas que se muestran amenazantes hasta la fecha en el arco de esa puerta. San Cristóbal lo era la otra.
• Felipe V, después de los 11 años, 7 meses y 21 días de gobierno en el Perú le condecoró con el Toisón de Oro, a su retorno a España.
Las que siguen son las sabrosas notas tomadas de La tradición peruana, Pepe Bandos, de don Ricardo Palma Soriano, por José el nombre de pila del virrey y su profusa emisión de mandatos, órdenes y demás disposiciones que se publicaban en las esquinas de viva voz o en carteles.
• D. José de Armendáriz, natural de Ribagorza en Navarra, marqués de Castelfuerte, comendador de Montizón y Chiclana en la orden de Santiago, comandante general del reino de Cerdeña, y ex virrey de Granada en España, reemplazó como virrey del Perú al arzobispo fray Diego Morcillo. Refieren que el mismo día en que tenían lugar las fiestas de la proclamación del hijo de Felipe V, fundador de la dinastía borbónica, una vieja dijo en el atrio de la catedral: «A este que hoy celebran en Lima le están haciendo el entierro en Madrid». El dicho de la vieja cundió rápidamente, y sin que acertemos a explicarnos el porqué, produjo mucha alarma. ¡Embelecos y novelerías populares! o positivo es que seis meses más tarde llegó un navío de Cádiz, confirmando que los funerales de Luis I se habían celebrado el mismo día en que fue proclamado en Lima. ¡Y dirán que no hay brujas!
• Como sucesos notables de la época de este virrey, apuntaremos el desplome de un cerro y una inundación en la provincia de Huaylas, catástrofe que ocasionó más de mil víctimas.
• Un aguacero tan copioso que arruinó la población de Paita.
• La aparición por primera vez del vómito prieto o fiebre amarilla (1730) en la costa del Perú, a bordo del navío que mandaba el general D. Domingo Justiniani.
• La ruina de Concepción de Chile, salvando milagrosamente el obispo Escandón, que después fue arzobispo de Lima.
• La institución llamada de las tres horas y que se ha generalizado ya en el orbe católico.
• La llegada a Lima en 1738 de ejemplares del primer Diccionario de la Academia Española. (Anoto aquí, de colada, que las primeras reglas de ortografía compiladas en el Diccionario de Autoridades se publicaron en 1879)
• La víspera de la ejecución de Antequera y de su alguacil mayor don Juan de Mena hizo publicar su excelencia un bando terrorífico, imponiendo pena de muerte a los que intentasen detener en su camino a la justicia humana. Los más notables personajes de Lima y las comunidades religiosas habían estérilmente intercedido por Antequera. Nuestro virrey era duro de cocer.
• A las diez de la mañana del 8 de julio de 1731, Antequera sobre una mula negra y escoltado por cien soldados de caballería penetró en la plaza Mayor. Hallábase cerca del patíbulo cuando un fraile exclamó: « ¡Perdón!», grito que fue repetido por el pueblo. -¿Perdón dijiste? Pues habrá la de Dios es Cristo. Mi bando es bando y no papel de Cataluña que se vende en el estanco -pensó el de Castelfuerte-. ¡Santiago y cierra España! La infantería hizo fuego en todas direcciones. El mismo virrey, con un piquete de caballería, dio una vigorosa carga por la calle del Arzobispo, sin parar mientes en el guardián y comunidad de franciscanos que por ella venían. El pueblo se defendió lanzando sobre la tropa lágrimas de San Pedro, vulgo piedras. Hubo frailes muertos, muchachos ahogados, mujeres con soponcio, populacho aporreado, perros despanzurrados y, en fin, todos los accidentes fatales anexos a desbarajuste tal. Pero el bando fue bando. ¡O somos o no somos! Siga su curso la procesión, y vamos con otros bandos.
• Los frailes agustinos se dividieron en dos partidos para la elección de prior. El primer día de capítulo ocurrieron graves desórdenes en el convento, con no poca alarma del vecindario. Al siguiente se publicó un bando aconsejando a los vecinos que desechasen todo recelo, pues vivo y sano estaba su excelencia para hacer entrar en vereda a los reverendos. Los agustinos no se dieron por notificados, y el escándalo se repitió. Diríase que la cosa pasaba en estos asendereados tiempos, y que se trataba de la elección de presidente de la república en los tabladillos de las parroquias. Véase, pues, que también en la época colonial se aderezaban pasteles eleccionarios. Pido que conste el hecho (estilo parlamentario) y adelante con la cruz. Su excelencia, con buena escolta, penetró en el convento. Los frailes se encerraron en la sala capitular. El virrey hizo echar por tierra la puerta, obligó a los religiosos a elegir un tercero, y tomando presos a los dos pretendientes, promovedores del tumulto, los remitió a España sin más fórmula ni proceso.
• Escenas casi idénticas tuvieron lugar, a poco, en el monasterio de la Encarnación. La madre Nieves y la madre Cuevas se disputaban el cetro abacial. Si los frailes se habían tirado los trastos a la cabeza, las aristocráticas canonesas no anduvieron mezquinas en araños. En la calle, el pueblo se arremolinaba, y las mulatas del convento, que podían no tener voto, pero que probaban tener voz, se desgañitaban desde la portería, gritando según sus afecciones: « ¡Víctor la madre Cuevas!» o « ¡Víctor la madre Nieves!». Este barrullópolis reclamaba bando. Era imposible pasarse sin él. Repitiéndose el bochinche, entró tropa en el convento, y la madre Nieves y sus principales secuaces fueron trasladadas a otros monasterios. Esto se llama cortar por lo sano y ahogar en germen la guerra civil.
Resulta importante añadir que la provincia del Paraguay que respondía a la Audiencia de Charcas y consecuentemente al Virreinato de Lima, por su lejanía, la riqueza de su suelo, especialmente hierba mate y el hecho que las autoridades bastante relajadas en su imperio de tales, había criado hombres de libre albedrío y costumbre lejanos a la aceptación de cualquier autoridad. En semejantes condiciones el caldo de cultivo frente al primer atisbo de sujeción produjo movimientos armados en dos momentos importantes, que la historia denomina revoluciones.
Una de ellas, la primera, fue la que asoló la región y por largos años con Antequera a la cabeza.
Los jesuitas quienes habían logrado, para envidia de propios y extraños, una convivencia pacífica e industriosa con los naturales, colocándose al servicio de aquellos -todo lo contrario a lo acostumbrado, gracias a su fructífera tarea en las misiones- fueron blanco directo de Antequera. En este asunto los frailes franciscanos de la comarca habían prestado su apoyo al insurrecto, claro está que formando parte de los muchos que veían a los padres jesuitas con malos ojos.
A esto súmense las pretensiones territoriales de los portugueses del Brasil y las de conquista de la taimada Inglaterra.
Igualmente, movimientos armados de indígenas y mestizos en gran número se levantaron en Cochabamba, en el Alto Perú, movidos por el abuso de los corregidores y por asuntos de paga a los mitayos que extraían las riquezas que los virreyes cuidaban llegasen a España en la cantidad y con las seguridades del caso. Menuda tarea.
Castelfuerte, adecuadamente escogido cumplió su papel, puso celo y bastante orden en el vasto reino; producido su relevo regresó a España, fue nombrado Capitán General y recibió el Toisón de Oro. No era para menos.
Falleció en Madrid en 1740.

29. Virrey.- Don José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, marqués de Villagarcía, (1736-1746).

30. Virrey.- Don José Manso de Velasco, conde de Superunda. (1745-1761) Este virrey, de gran recordación para Lima, por cuanto durante su gestión acaeció el formidable seísmo del viernes 28 de octubre de 1746 habría ser después el segundo fundador de la capital del Perú. No más de 30 edificaciones quedaron en píe y más de 3, 000 se arruinaron.

31. Virrey.- Don Manuel Amat y Junyent. (1761-1776). Caballero de la orden de San Juan, Teniente General de los reales ejércitos. Natural de Cataluña, de familia antigua y distinguida. En 1755 fue nombrado presidente y Capitán General de Chile, a donde se dirigió por la vía de Buenos Aires. Allí tomó posición el 20 de diciembre de aquel año. Su gobierno frente a la Capitanía General fue hasta el 26 de septiembre de 1761 fecha que embarcó en Valparaíso con dirección al Perú ascendido como virrey en reemplazo del conde de Superunda.



Llegó a Lima y tomó el mando el 12 de octubre y se recibió en público el 12 de diciembre del mismo año. Pueden sintetizarse sus principales hechos en los siguientes:

• Con motivo de la declaratoria de guerra de España a Inglaterra, en 1762, formó un poderoso ejército en el Perú. El más grande y poderoso como nunca lo había tenido hasta entonces.

• El 23 de noviembre de 1762 hizo su entrada a Lima el XV arzobispo, don Diego Antonio de parada, promovido del obispado de La Paz.

• La madrugada del 8 de septiembre de 1767, este gobernante del Perú que lo sería por tres lustros marca como hecho más connotado el extrañamiento del virreynato de la Compañía de Jesús, acontecimiento que puede verse (Aquí).

• Dividió la ciudad de Lima en barrios, con un alcalde nombrado para cada uno de esos.

• En 1768 estrenó la plaza firme de toros del Otero de Acho, obra que construyó don Agustín Hipólito de Landauru.

• En 1. de julio de 1769 se incorporó a la corona la renta de correos por lo que su asentista, don Fermín de Carvajal, conde del Puerto y del Castillejo, con el título de duque de San Carlos, grande de España, correo mayor de las Indias fue indemnizado con 14000 pesos anuales de renta pagaderos de los productos del correo.

• En 1770 se erigió el que sería famoso Convictorio de San Carlos, en el local que había servido de noviciado a los padres jesuitas, extrañados del país, incorporándose en él los colegios de San Martín y de San Felipe, que lo había sido de aquella defenestrada orden.

• En 1771 se abrió el primer café de Lima, en la calle de Santo Domingo.

• Se dio posesión del oratorio de San Felipe Neri del colegio máximo de San Pablo y de su suntuoso templo, que tomó desde entonces el nombre de San Pedro.

• El 30 de julio de 1771, pasó revista al espléndido regimiento de caballería formado por la nobleza de Lima, del que era coronel honorario.

• Ese año se fundó la ciudad de Pasco.

• En 1772 se descubrió el rico mineral de Hualgayoc y se inauguraron las dos columnas principales del Paseo de Aguas, que no llegó a terminar, pues tenía en mente que compitiera con los juegos de aguas de Saint Cloud y de la Granja.

• Se allanó el cerro que obstruía el camino a Lurigancho, cuyo sitio se conoce como Piedra Liza.

• Se estableció en Lima la real aduana.

• En 1774 se concluyó la fábrica de los dos torreones, casa matas y cuarteles de la fortaleza del Real Felipe en el Callao.

Amat entregó el mando a su sucesor don Manuel de Gurior, que del virreynato de Santa Fe había sido promovido al del Perú el 17 de de julio de 1776. Hizo obsequio de su residencia en el Rincón, a su mayordomo don Jaime Palmer y embarcó para España el 4 de diciembre. Consecuencia del habitual juicio de residencia derivaron serias reparos en el gobierno de Amat.

Es famosa en el recuerdo de este virrey su favorita, la actriz Micaela Villegas, a quien llamaba Perricholi, natural de Huanuco que llegó a dominar la voluntad del sexagenario gobernante, templando con su bondad el duro carácter que lo caracterizaba. Para ella construyó el palacio de la esquina de la Alameda, que ahora ocupa, desafortunadamente, una cervecería. Dejó un hijo natural llamado Manuel de Amat. Murió en 1776.

32. Virrey.- Don Manuel de Guirior, marqués de Guirior. (1776-1780)

33. Virrey.- Don Agustín de Jáuregui y Aldecosa. (1780-1784)

34. Virrey.- Don Teodoro de Croix, Caballero de Croix. (1784-1790)

35. Virrey.- Frey don Francisco Gil de Taboada y Lemus. (1790-1796) Fue durante este período que tuvo lugar la formación de la Sociedad Académica Los Amantes del País y la tarea del ilustrado protomédico don Hipólito Unánue y Pavón, redactor del Mercurio Peruano.

36. Virrey.- Don Ambrosio O'Higgins, marqués de Osorno. (1796-1801) En sus mocedades en Lima, vendedor de baratijas o mercachifle. Hizo la pacotilla desde Sevilla, donde embarcó hacia el Perú. En Lima la gente le decía Ño Ambrosio. Tenía por única competencia, en esta forma de ganarse la vida avisando a voces su mercancía, a Juan González de la Reguera. Socios al fin tomaron tienda en la Covachera, como se denominaba una especie de socavón delante de la Catedral donde expendían toda suerte de géneros, bajo toldos, muchos comerciantes. Ganaron y perdieron. Quebrados huyeron de las amenazas del Tribunal del Consulado y cada uno siguió su destino. Ambrosio partió a Chile de donde regresó como Virrey del Perú y Juanito había alcanzado el mitrado de cardenal de Lima, que fue la consigna para regresar al Perú que se hicieron los quebrados socios.
37. Virrey.- Don Gabriel de Avilés, marqués de Avilés. (1801-1806)Procedía el señor de Avilés de un antiguo solar del principado de Asturias. Era hijo de José de Avilés Itúrbide, coronel de dragones con Isabel del Fierro Brito. Al igual que su padre siguió la carrera militar y en 1767 fue nombrado capitán del regimiento de Dragones de la Reina. Enviado en 1768 en ese grado con destino a América en la expedición de don Baltasar de Sanmanat para desalojar a los ingleses que se habían apoderado de las islas Falkland (Malvinas), empero se le cambió de destinó a Chile donde tomó parte en la campaña contra los indios araucanos (mapuches). En 1768, con el grado de sargento mayor es destinado al Perú.


Militar en el Perú

En 1771 se le designa sub-inspector para la instrucción de las milicias de caballería, aunque en la práctica actúa como director de las tropas. En 1776 obtiene por Real Orden el grado de coronel.

El 11 de noviembre de 1780, el cacique de Surimana, Tungasuca y Pampamarca, Gabriel Túpac Amaru, se levantó en armas contra el sistema español por lo que el virrey Agustín de Jáuregui dispuso que el coronel Avilés saliese con tropas de Lima con dirección al Cusco para sumarse a la guarnición de aquella ciudad y combatirlo. Consiguió la victoria, al mando de la reserva el 6 de abril de 1781 en un ataque por la retaguardia a tiempo que el teniente coronel Manuel Villalta, limeño de nacimiento, atacaba el frente del rebelde ocasionándole severas pérdidas.

Producida la pacificación siguió al mando del general Valle y a la muerte de éste le sustituyo en el mando en 1782. Se le elevó al grado de brigadier en 1787, como subinspector de la caballería y gobernador del presidio y plaza fuerte del Callao y ese año heredó el título de marqués de Avilés, por fallecimiento de su hermano primogénito sin sucesión quien ostentaba dicho título. Permaneció en Perú hasta 1796, un año después de alcanzar el grado de teniente general regresa a Chile para suceder a don Ambrosio O’Higgins quien había sido promovido a virrey del Perú.

Gobernador del Reino de Chile

En 1796 Avilés ocupó al cargo de Capitán General y Presidente de su Real Audiencia de ese reino.Durante su gobierno realizó diversas labores de gestión pública en Santiago relacionadas con la seguridad, limpieza, ornato, construcción, servicios públicos, y caridad; el adelantamiento de los tajamares del río Mapocho; empedrado de calles; instalación de alumbrado público por medio de faroles de vidrio colgados en pescantes de hierro ubicados en las principales cuadras; provisión de alojamientos para desvalidos (Hospital San Juan de Dios); etc. También en la capital, instauró el Tribunal del Consulado, el cual asumió las funciones de juez de las causas comerciales e industriales, siendo su primer síndico el abogado Manuel de Salas. Recorrió otros lugares del Reino, donde también mandó ejecutar trabajos similares a los de la capital, como la construcción de varias iglesias.

Virrey del Río de la Plata

En 1799 Avilés marchó a Buenos Aires como Virrey del Río de la Plata. Desde su puesto fomentó el desarrollo de las poblaciones fronterizas con los indígenas; suprimió las encomiendas de guaraníes, a los que liberó y entregó la propiedad de las tierras; organizó expediciones a las salinas para la obtención de sal; creó la Escuela de Náutica; y promovió la publicación del Telégrafo Mercantil, primer periódico de Argentina.

El 20 de junio de 1800 fue nombrado Virrey del Perú por el rey Carlos IV, aunque no ocupó el cargo hasta el año siguiente.

Entregó el mando de Buenos Aires al general don Joaquín del Pino y emprendió el viaje por tierra empresa que le demandó cinco meses para llegar a Lima donde entró el 5 de noviembre de 1801 aplazándose su recepción oficial hasta el 6 de diciembre de aquel año.

Virrey del Perú

Los acontecimientos y hechos notables de su gobierno fueron los siguientes:
- En 1802 llegó a Lima el viajero y sabio prusiano, barón Alexander von Humboldt acompañado del naturalista francés M. de Bonpland. Notables son los resultados del viaje de este viaje narrados en el libro Viaje a las Regiones equinocciales del mundo (Voyage aux regions eqqinocciales du Noveaou Continent). El insigne naturalista exploró durante más de cinco años (del 5 de Junio de 1799 al 5 de agosto de 1804) extensas regiones septentrionales de la América del Sur y considerables áreas de la América Central y el Norte, costeando su viaje exploratorio de su propio peculio. Sus compañeros de viaje desde el comienzo hasta Lima fueron el médico y botánico Aimé Goujoud, comúnmente conocido como Bonpland, y más tarde, desde Quito, se unieron a ellos Carlos Cortés y Carlos Aguirre y Montúfar.

- Se incorporaron al Perú la comandancia general de Maynas con los pueblos de Quijos y Canelos, Lamas y Moyabamba. La región, debido a la expulsión de los jesuitas, había caído en abandono y los portugueses con inocultable codicia intentaban penetrar más allá de las fronteras trazadas en por el Tratado de San Ildefonso de 1777, por el cual España y Portugal intercambiaban territorios en Sudamérica y África Occidental. Gracias al conocedor de la vastísima región, D. Francisco Requena, gobernador de las comandancias de Maynas y Quijos y a sus instancias fueron segregadas del virreynato de Santa Fe y pasaron al Perú. Esto se produjo por el sustento de Requena que dio origen a la real cédula de 15 de julio de 1802, creadora de la comandancia de Maynas bajo la inmediata jurisdicción del virrey del Perú.

- En 1803, se estableció la intendencia de Lima. Su primer intendente fue don Juan María Gálvez.

- En 1804 se erigió la sub-inspección de artillería a cargo del coronel don Joaquín de la Pezuela, posteriormente, marqués de Viluma y virrey del Perú.

- Se incorporó Guayaquil al virreinato del Perú. Único astillero del Pacífico; este importante puerto a la desembocadura del Guayas y la extensa costa del Perú, a juicio de la Junta de Fortificaciones de América, el uno necesitaba del otro para su defensa. Además de las razones del comercio mucho más activo entre Guayaquil y el Callao que de aquel puerto con Santa Fe y la misma Quito. Por Real Orden de 8 de julio de 1803 se anexó la provincia de Guayaquil.

- Se erigió el obispado de Maynas.

- Se estableció en Lima el servicio de serenos, tanto para anunciar las horas como para alejar a los ladrones, institución que perduró hasta bien entrada la república.

- El 8 de marzo de 1805 falleció el XVI arzobispo de la diócesis, don Juan Domingo de la Reguera. Vale la pena en este punto historiar que este ilustre clérigo en sus mocedades vendía a todo grito pacotilla, es decir una suerte de baratija y fantasía que hacía las maravillas de las damas y mozuelas de Lima, actividad que gracias a un feliz acuerdo, antes de una tragedia, tuvo que compartir, dividiéndose Lima en dos sectores, con otro pacotillero que había aparecido de pronto para su sorpresa y enojo, el rubicundo joven irlandés Ambrosio O’Higgins, a quien se le conocía como Ño Ambrosio y voceador, en terrible castellano, de lo mismo en abierta competencia con su moreno rival español. Más tarde socios de una pequeña fortuna tomaron plaza en un lugar de la Covachera, como así se llamaba el espacio delantero y bajo nivel que se ubicaba delante de las gradas de la Catedral, para dar albergue a tiendas o bazares bajo toldos, pero cuyas utilidades gastaron en los servicios que las alegres damas del callejón de Patateros (Actual Pasaje Olaya) ofrecían y ellos demandaban. Quebrados y a punto de ser llevados al Tribunal del Consulado, jurisdicción de comerciantes quebrados e instancia de pleitos de ese gremio, decidieron entonces, por toda precaución, salir del Perú.

-¿Y cuando nos volveremos a ver, Juanito?

-Cuando yo sea arzobispo y tu virrey expresó proféticamente el de la Reguera.

I así sucedió.

En 1796, hacía su entrada en Lima el Marqués de Osorno, procedente de Chile donde había llegado a Capitán General y recibido el anuncio de su nombramiento al elevado cargo de virrey del Perú. Al pasar por la puerta del arzobispado en la plaza mayor, rumbo a palacio, se detuvo el cortejo, se abrió una portilla de la calesa y ascendió el arzobispo de Lima, don Juan Domingo de la Reguera quien se confundió en un abrazo con Ño Ambrosio. Huidos en direcciones diversas habían luchado la vida y ejercitado sus dones hasta alcanzar las preeminencias que ahora ostentaban. Es importante anotar, además, que don Ambrosio O’Higgins fue el padre del precursor de la independencia de Chile y vencedor de la batalla de Chacabuco, don Bernardo O’Higgins Riquelme.

- Se fundó el Hospicio de Incurables, que fue a costo del propio virrey.

- Igualmente, a su costa, se relacionaron los beaterios de las Amparadas y el Patrocinio.

- En materia de higiene todo lo que pudo hacer fue mantener limpias las acequias y con agua corriente, pues habían sido verdaderos focos de enfermedad por la inmundicia que corría por ellas, en tanto se trabajaban las obras de desagüe. Además que servían, por otra parte, para la limpieza de huertos y jardines.

- La imposición de la cuarentena para las embarcaciones procedentes de puertos infectados por la peste. En marzo de 1705 arribó al Callao el navío Fernando o Príncipe de Asturias, perteneciente a la Real Compañía de Filipinas, que salido de Cádiz, devastado por una epidemia. Durante la navegación se produjeron varias muertes, al parecer por el contagio. Avilés dispuso que no fuera recibida la nave y nombró al alcalde del crimen, D. José Baquijano y Carrillo, para dar cumplimiento de la orden además de la ventilación y fumigación de la carga y los pasajeros, operación que se realizó en la isla de San Lorenzo.

- El 23 de octubre llegó el primer tubo con fluido de vacuna, conducido desde Buenos Aires por el cirujano don Pedro Belomo. Don Hermilio Valdizán Medrado (Huanuco, 20 de noviembre de 1885 - Lima, 25 de diciembre de 1929) destacado médico peruano, expreso haciendo historia de este hecho: “Título de honor para el reinado de Carlos IV, es el envío de la vacuna a América. Sabida es la tragedia de la viruela en el Nuevo Mundo; las epidemias se sucedían unas a otras con aterradora frecuencia y con una letalidad que superaba en mucho a aquella producida por la viruela en otros países”

- El 5 de diciembre fueron ejecutado en la horca el 5 de diciembre de 1805 en la plaza del Cusco Lima, don Gabriel Aguilar, natural de Huanuco y don Manuel Ubalde, abogado de profesión y natural de Lima por haber intentado en el Cusco una revolución en pro de la independencia del Perú. Esta conspiración viene a ser uno de los primeros brotes de la insurrección americana. En 1823, el congreso de la república declaro a Aguilar y a Ubalde, beneméritos de la patria.

- En 1806 llegó la comisión encargada de propagar el fluido vacuno presidida por el médico don José Salvani al que se incorporó el cirujano Belomo que la había portado desde Buenos Aires. La expedición principal había partido de la Coruña para América en 1803, además de los médicos y enfermeros venían 22 niños expósitos al cuidado de la rectora de la casa de huérfanos de la Coruña, los cuales habían de servir para la obtención del virus y su conservación, pasándolo de brazo en brazo. Hecho el reparto dentro de las colonias, llegaron al Perú por la vía de Cuenca y Loja cuatro de aquellos niños para conservar el fluido, el 32 de diciembre de 1805. El hecho fue celebrado con júbilo. Poco después la vacunación se propagó por el Perú, pese a la reticencia de los indígenas y otros escépticos. Antes de ingresar a jurisdicción del virreynato de Buenos Aires, se había logrado vacunar a 197,000 personas en el Perú. D. José Salvani y Lleopart fue el héroe de esta inmensa jornada y su salud quedó arruinada, es el caso que aún no se le ha reconocido su merito en el mármol, con excepción del elogio que hizo de él el protomédico don Hipólito Unánue en ocasión de imponerle la borla doctoral en la Universidad de San Marcos de Lima.

- Otro tanto ocurrió con la lepra. Los experimentos del Dr. Baltasar Villalobos para la cura del llamado Mal de Hansen. El 19 de julio de 1804, dispuso autorizar al Dr. Villalobos a cuatro pacientes de lepra internos del hospital de San Lázaro y tratarlos de dos en dos. En noviembre de ese año el científico presentó a examen de la comisión a uno de los enfermos el que fue declarado perfectamente sano. En marzo del siguiente año presentó certificado de la curación del resto de pacientes en prueba. Villalobos no llegó a escribir la obra que prometió exponiendo su tratamiento, por lo que su método terapéutico permanece desconocido.

- En materia de hacienda, el virrey Avilés, compulsivo en la economía, teniendo en cuenta los riesgos de la navegación por asuntos de la guerra con Inglaterra que de hecho aminoraron los ingresos por almojarifazgo y alcabalas en 300 o 400,000 pesos por año y en la misma proporción se advertía la rebaja en otros ramos, de ellos los derechos de fundición y ensaye del oro y la plata, por la falta de azogue, situación que venía produciéndose desde hacía nueve años, no obstante que el virrey O’Higgins había informado a la Corte hallarse con un sobrante de de seis millones de pesos, suma que inmediatamente ordenó remitir a España y se enviaron con este fin tres fragatas de guerra, para proteger el cuantioso envío. La lucha contra los piratas ingleses que asolaban las costas de Sudamérica llegó a ser constante en época de Avilés.

- Haciendo un esfuerzo logro el virrey remitir a España, en 1802 a 1803 la cantidad que se le había pedido, a pesar de que a fines de 1800 la deuda de la hacienda pública ascendía a nueve millones. Esta deuda disminuyó notablemente con las remesas hechas en esos años a la Península y todavía en el año 1804 podo enviar 1, 241,570 pesos, de los cuales eran de la Real Hacienda 2000,000 y el resto procedía de otros ramos. El colofón de esta remesa fue la batalla de Santa María, el 5 de octubre de 1804, a la cuadra del Algarve, del árabe الغرب al-Garb, el oeste, la tierra por donde se pone el sol que es la región del extremo meridional del Portugal, a cuya cuadra se produjo el célebre combate materia de esta crónica, que ha dado origen a esta narración y la tercería del Perú en los asuntos del tesoro que le pertenece. Sólo se salvaron 231,265 pesos que conducía la fragata de comercio Joaquina.

- En 1805, todavía alcanzó a enviar algunas partidas extraordinarias, a saber 400,000 pesos, sobrante del líquido de la renta de tabacos de años anteriores que no se habían enviado a las Cajas Reales, 97,453 pesos de un préstamo gratuito que franquearon algunos particulares; 50,000 de un donativo del Tribunal del Consulado y 172,291 pesos del subsidio eclesiástico. Para los tiempos de casi ruina económica no era poco. Las fuentes de ingresos representaban la minería, en el Perú el ramo más productivo, por entonces sólo alcanzaba a los 600,000 pesos de plata y 3,000 de oro, con lo que se redujeron los derechos reales al 10%. La alcabala producía, antes del establecimiento de la Aduana 550,000 pesos. El producto que le virrey Guirior impuso al aguardiente alcanzaba 87,000 pesos. Los tributos de los indios 1, 100,000 el estanco del tabaco proporcionaba al erario unos 280,000 pesos. El ramo de Temporalidades (Bienes eclesiásticos) apenas si lograba 61,000 pesos, en tanto que el de Correos liquidaba 80,000. A estas sumas había que agregar unos 400,000 pesos procedentes de otros diversos gravámenes. En resumen, si mediante una prudente economía, podían cubrirse los gastos ordinarios, en cambio no lo había para los extraordinarios que con frecuencia se presentaba. No era pues, muy halagüeña la situación del fisco.

- El 26 de julio de 1806, el marqués de Avilés, entregó el mando al general don José Fernando de Abascal y Souza el gobierno del virreynato del Perú. Su ejercicio había durado 4 años, 8 meses y 20 días.

En el ejercicio de su gobierno, además de su tarea administrativa, ocupó buena parte de su tiempo en asuntos religiosos por lo que el pueblo le conocía como el Virrey devoto.

Su permanencia en el Perú, contados los años de su servicio militar con los de su ejercicio político, dificultó el ánimo del marqués para retirase y por el contrario viajó a la ciudad de Arequipa en busca de mejor clima para reparar su quebrantada salud. En esa ciudad del sur del Perú le llegó la invitación del virrey de Abascal para que se hiciese cargo del Virreynato de Buenos Aires vacante por haber sido depuesto el marqués de Sobremonte, que no se hizo efectivo por lo avanzado de la edad y el estado de su salud. Cuando al fin se decidió por España, habiendo tocado el puerto de Valparaíso falleció en dicha ciudad el 16 de septiembre de 1810.

Había casado por poder en el Cusco con la dama limeña, señora doña Mercedes del Risco y Ciudad, viuda del marqués de Santa Rosa, que falleció en el pueblo de Magdalena en 1806. No había dejado sucesión.

Según refiere el general don Manuel de Mendiburu, célebre autor del Diccionario Biográfico del Perú, (…) era el señor de Avilés excesivamente económico y escrupuloso para el manejo de la hacienda: en su época nada se malgastó, todo su conato (propósito, empeño) lo puso en igualar los ingresos con los egresos, reduciendo más estos por su constante empeño en acopiar sobrantes: nunca hubo más orden en la administración de las rentas, libres de compromisos en su época, y ningún virrey cuidó mejor que él, de dar a su sucesor abundantes y claros datos en materia de hacienda, y en orden a quebrantos, que venían de atrás y que hizo lo posible por remediar, agrega (…) fue modesto y benéfico, que socorría las necesidades de muchas personas secretamente y que de su caritativo celo a favor de los enfermos y desvalidos, hay abundantes testimonios (…)

No obstante los méritos y virtudes señalados, circuló en Lima una caricatura del virrey d Avilés que le representaba de rodillas orando ante un crucifijo, bajo el cual se leía:

Hábil es en la oración.
En el gobierno inhábil es.






38. Virrey.- Don Fernando de Abascal y Souza, marqués de la Concordia. (1806-1816)  Como ninguno o como pocos, cupole a este real y fiel servidor -Trigésimo quinto virrey del Perú (1806-1816)- resistir con tenacidad en la defensa de la preciada joya de la Corona, del inminente desmembramiento del Virreinato, que tenía por sede la Ciudad de los Reyes, o Reyes (Lima), como a secas rezaba la data de la correspondencia de entonces. El virrey usó para este propósito tanto de la condescendencia razonable, la persuasión generosa como también de la acción militar.

España en poder de Napoleón desde 1808, era un desafío para el virrey situado en medio de un aislamiento continental que puso a prueba su carácter, persuadido del sentimiento emancipador que tal entorno maduraría en las colonias, en especial dentro de la conciencia de los criollos americanos y que debería evitar, a toda costa, pese a las circunstancias en Europa. Llegado el momento Abascal enfrentó tal delicada situación con ingenio, valor y éxito, aunque pasajero pero cuando ya no ocupaba el solio virreinal.

Era su señoría de gran corpachón, natural desenvuelto, resolución enérgica y largamente entrado en años, que sus 65 abriles eran por entonces vejez venerable o ancianidad exorbitante, si tenemos en cuenta lo que ahora conocemos como esperanza de vida, que por aquellos tiempos lo era corta. Pues según estudios mejor logrados, en el siglo XIV cuando se produjeron las conquistas llegaba tan solo a los 30, y el XIX, el de las emancipaciones, únicamente nueve de cada cien españoles superaban los 60 años de edad.

La higiene y la medicina no habían hecho por entonces alcance de su benéfica acción generatriz y dispensadora de extendida vida. Que don Francisco Pizarro, un anciano a todas luces provecto conquistare al Perú, cuando maduraba 43 años al momento de su hazañosa gesta, es hecho del todo asombroso. Pero excepciones tienen las reglas y en ese tema carecemos de competencia.

Don José Fernando de Abascal de Souza –apellido materno a todas luces de procedencia gallega- era ovetense de nacimiento. Llegó al mundo el 3 de junio de 1743 en Oviedo, la capital del Principado de Asturias.

Para 1795, año en el que ingresa en la selectísma Orden de Santiago -creada en el SVIII con el propósito práctico de cuidar la vida de los peregrinos del camino de Santiago del ataque de los mahometanos- aquella venerable organización gozaba de gran prestigio y se la otorgaba a los caballeros de reconocida nobleza, limpieza de sangre y probadas virtudes cristianas.

Ese mismo año, los Estados Unidos y España firman el tratado de San Lorenzo, para establecer las fronteras entre ambos estados; son retirados los restos de Cristóbal Colón de la catedral de Santo Domingo para trasladarlos a Cuba; nacen Policarpa Salavarrieta, heroína de la independencia de Colombia y Antonio José de Sucre y Alcalá, general grancolombiano, Gran Mariscal de Ayacucho. En Europa la Convención adopta el sistema métrico decimal; Goya presenta su cuadro de la Duquesa del Alba; Emmanuel Kan publica su Paz Perpetua y; fallecen, Johann Christoph Friedrich Bach, músico alemán y el médico, alquimista, ocultista, masón y aventurero siciliano Alessandro Cagliostro.

Tal el entorno internacional del flamante miembro de la Real Orden de Santiago. Posteriormente también quedaría incorporado a la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, cuyo lema reza en latín Virtuti et merito, claro reconocimiento de haber des-tacado en beneficio de España y la Corona.

Es así que el futuro primer marqués de la Concordia había ganado, meritísimo, aquellos títulos en su gran desempeño realizado con habilidad y en condiciones de las más apremiantes que a gobernador alguno viniérale de pronto. Veamos aquellas circunstancias y las acciones que se confrontaron:

Napoleón, en 1808, introdujo tropas en España, pues quiso el emperador de los franceses hacerse de este reino peninsular; luego de aquello, envió al exilio de Bayona a la familia real borbónica del adocenado Carlos IV y su inefable a la par díscolo hijo don Fernando. Este príncipe, ambicionaba suceder al padre en la primera oportunidad sin esperar le alcanzase la muerte natural y en su lecho. Tal su alteza real, era de aquellos que no paraban mientes en fruslería alguna y tentado estuvo -según comentarios que la historia ha deslizado- que habría tramado la muerte de su progenitor por mano de sicario o usando del veneno. Esto no debe llamar a escándalo, pues no pocos casos se registraron de antiguo cuando más de un príncipe puso fin al largo reinado de su padre al ver que su existencia maduraba  sin esperanza de heredar el trono.

Napoleón, gran conocedor de gentes se interpuso, redujo a la familia al exilio de la vascuence Bayona, allende los Pirineos franceses y obligó sucesivamente a la abdicación de Carlos IV en favor de Fernando VII y luego la de éste en la cabeza de su propio hermano mayor, José Bonaparte Remolino.

Puesto así en lo circunstancial de la historia, el pueblo español al saberse sin rey no aceptó al rey intruso y por el contrario decidió combatir la dominación francesa. Sostuvo para ello que el poder había sido dado por Dios al pueblo y encomendado al rey, pero al no tenerlo aquel poder retornaba al pueblo y por tanto gobernaría desde las llamadas Juntas.

Puesta en práctica tan exótica idea, no desprovista empero de sustento jurídico, de inmediato se organizaron Juntas de Gobierno en diversas ciudades del territorio que finalmente terminaron por constituir una Junta Central para que gobernara todas en nombre del ausente y cautivo soberano don Fernando VII, el Deseado. Posteriormente, repuesto en el trono, este rey habría de traicionar esos nobles esfuerzos de su pueblo.

La Junta Central se radicó en Cádiz. A inicios de 1809 fue sustituida por el Consejo de Regencia de España e Indias que convocó a los pueblos del imperio español, a la reunión de Cortes, las llamadas Cortes de Cádiz, que se instalaron en aquel puerto, el 24 de septiembre de 1810 que votaron y aprobaron la Constitución de 1812, documento de cuño liberal y de gran trascendencia en España y América; fue jurada el 19 de marzo de 1812.

En consecuencia, impetrados de iguales prepósitos los pueblos de América las imita-ron: formaron juntas de gobierno integradas por criollos quienes asumieron el gobierno en nombre del monarca ausente. Surgieron rápidamente en La Paz, Chuquisaca, Quito, Buenos Aires, Caracas, Bogotá, y Santiago de Chile.

Abascal impuesto de la situación de España a fines de 1808, reunió al Cabildo de Lima y dispuso que el Virreinato jurase lealtad a Fernando VII como Rey de España, en noviembre de ese año. Rechazó en simultáneo tanto las pretensiones francesas como el proyecto, del todo impertinente, de formar en Lima una Junta de Gobierno dominada por los criollos.

Pero el fermento emancipador, tan caro a las circunstancias y a los deseos inconfesos de muchos criollos, se iba manifestando en los hechos pese a los cuidados que Abascal ponía de salvaguarda. Entonces decidió las siguientes acciones:

-           Creo el regimiento Concordia, formado por lo más selecto de la aristocracia criolla y peninsular, juramentándola adherida a Fernando VII.

-           Dio pase a la prolongada gestión para que una hermandad de abogados postulaba colegiatura desde el sigo XVIII. Con el fin de dar cumplimiento a un trascendental mandato real no cumplimentado hasta entonces, el Cabildo constituyó una Comisión integrada por los doctores José Antonio Oquendo, Ambrosio Fernández Cruz, Vicent y Duárez y José Gerónimo Vivar, para que formulara el proyecto de los respectivos estatutos, que fueron aprobados por la Real Audiencia de Lima, en acuerdo de 18 de febrero de 1808, confirmado por la resolución del Virrey, don Fernando de Abascal que se expidió el 23 de mayo de ese año, dando lugar de esta forma al Ilustre Colegio de Abogados de Lima. Un sagaz paso para ganarse la voluntad de los letrados, grandes formadores de conciencia y por ello potenciales adversarios.

-           Instauró numerosas escuelas-taller. La instrucción como herramienta de progreso.

-           Inauguró la primera Escuela de Medicina de América, dotada de los mismos adelantos que sus homólogas europeas.

-           Bajo la dirección del pintor José del Pozo, creó la Real Escuela de Pintura de Li-ma.

-           Aprovechando la confusión política reinante en España, se adelantó a las Cortes de Cádiz y abolió el Tribunal de la Santa Inquisición dentro de la jurisdicción virreinal con lo que una paz interna quedó de manifiesto.

-           Para contrarrestar la insurrección de Buenos Aires, del 25 de mayo de 1810, incorporó, provisoriamente, al virreinato del Perú las provincias de Córdoba, Po-tosí, La Paz y Charcas.

-           Votada en Cádiz la primera Constitución, en cuya discusión participaron cuarenta y nueve diputados americanos, muchos de ellos peruanos, uno de los cuales don Vicente José Morales y Duárez fue el primer presidente de aquella magna asamblea, Abascal, desconfiado de las Juntas de Gobierno surgidas en el resto de Sudamérica, al conocer que éstas habían depuesto a las autoridades peninsulares y delegado toda la autoridad efectiva en miembros de las élites criollas locales decidió constituir fuerzas de ejército con los medios a su disposición en el Virreinato del Perú para suprimir los movimientos independentistas que ya habían surgido en los territorios vecinos.

-           Dispuso la recluta de tropas criollas y mestizas, al mando de oficiales y clases peninsulares.

-           Se fabricaron armas para esas tropas, tomando como base las de las milicias realistas ya existentes. De ellas la fundición de cañones cuya fabricación dirigió el brigadier Joaquín de la Pezuela Griñán y Sánchez Muñoz de Velasco, artillero de escuela traído desde la Península para tal prepósito, para llenar la plaza de jefe de la Artillería y marchar sobre los patriotas del Alto Perú a quienes derrotó sucesivamente. Mas tarde habría de convertirse, la Pezuela, por recomendación de Abascal, en el trigésimo sexto virrey del Perú.

-           Impuso contribuciones forzosas a la élite criolla de Lima, amenazando con la pérdida de sus privilegios comerciales en caso triunfasen las revueltas independentistas del resto de Sudamérica.

-           Debido a la alianza de Gran Bretaña con España en contra de los franceses, Abascal aceptó relajar las restricciones al comercio británico con el Virreinato del Perú, esperanzado en restablecer las rentas fiscales perdidas debido a la ocupación francesa de España; aún así, Abascal se opuso a que estas medidas llegasen a permitir el libre comercio, tal como lo estipulaba la política española.

-           Impotente para ofrecerle pago en dinero a mayor numero de soldados, debió afrontar con las solas fuerzas del Virreinato del Perú la tarea de restablecer el dominio español en las regiones de Sudamérica donde ello fuere posible.

-           Logró enviar dinero y cañones, fundidos en la maestranza de Lima, desde el Perú a España para auxiliar a la metrópoli en su dura campaña de independencia de los franceses.

-           Si bien Abascal aceptó la Constitución de 1812, insistió en suprimir por la fuerza todo régimen gubernativo basado en élites criollas locales, entendiendo que de permitirlo aquello sería un primer paso para que América del Sur se liberase del dominio español.

-           Envió tropas para atacar a la Junta de Gobierno de Chuquisaca, la cual fue derrotada a fines de 1809, al ser evidente que las autoridades del Virreinato del Río de la Plata,  constituidas por la Junta de Gobierno de Buenos Aires no sofocarían esta sublevación independentista. Con ello fue destruido el primer gobierno autónomo del Alto Perú y Abascal sujetó dicha región a la autoridad efectiva del virreinato peruano.

-           De igual modo, envió tropas realistas contra la Junta de Gobierno de Quito que la suprimieron violentamente, restableciendo la autoridad española en 1810.

-           Procedió contra la Junta de Gobierno de Santiago de Chile, enviando tropas del Virreinato del Perú al mando del brigadier español Antonio Pareja y Mariscal para derrotar a los patriotas chilenos. Tras seria lucha las tropas realistas final-mente recapturaron Chile para la Corona española en 1814.

-           Poco antes, Abascal había recibido, finalmente, los primeros soldados de re-fuerzo desde España donde los franceses estaban siendo derrotados decisiva-mente; dichos refuerzos fueron enviados de inmediato a socorrer a las tropas realistas en Chile.

-           Enfrentó exitosamente la Rebelión del Cusco de agosto de 1814 de los herma-nos Angulo, venciéndola definitivamente en marzo de 1815. Para esa fecha la guerra peninsular había concluido definitivamente y las tropas francesas huido de España, donde reinaba nuevamente, sin contratiempos, Fernando VII quien luego abolió la Constitución de 1812 y persiguió despiadadamente a sus diputados y propagandistas y volvió al absolutismo más ortodoxo.

A inicios de 1815 la corte de Madrid remitió tropas en escala masiva hacia sus colonias americanas, particularmente a Nueva Granada y Venezuela, pero para entonces la Real Audiencia de Quito, el Alto Perú y la Capitanía General de Chile habían sido conserva-das para España por la tenaz resistencia monárquica del virrey Abascal.

Dicha tarea había significado un gran esfuerzo financiero para el Virreinato del Perú dado que todos los afanes de la administración colonial se dirigieron hacia fines bélicos, desatendiendo obra civil alguna.

Como reconocimiento a su trayectoria política y militar en España y su apoyo a la conservación del imperio español en América le fue concedido por las Cortes de 1812 el título vitalicio, no hereditario, de Marqués de la Concordia Española del Perú y recibió asimismo los nombramientos de Capitán General y consejero del Supremo Consejo y Cámara de Guerra por Carlos IV y Fernando VII, respectivamente.

En 1816 Abascal recibió desde España la noticia de su cese en las funciones de virrey del Perú, ordenándose su retorno a la metrópoli. Su reemplazante fue el militar español Joaquín de la Pezuela, que, como tenemos expresado, había arribado al Perú en 1805 y servido en las operaciones militares contra la insurrección generalizada que afrontó Abascal. De hecho, hasta esa fecha los independentistas de Buenos Aires aún enviaban expediciones para expulsar a la dominación española del Alto Perú, manteniendo un continuo estado de guerra.  Don José de San Martín, cambió de táctica y en vez de operar por los imponentes Andes, dirigió su afán libertario por mar.

Como única heredera de sus bienes y su título nobiliario, dejó a su hija María Ramona de Abascal, casada en 1815 con el brigadier Juan Manuel Pereira. De esta unión, se conoce a Manuel Pereira Abascal como III Marqués de la Concordia Española del Perú por Real Carta de Sucesión, el 23 de marzo de 1852. A su muerte, el título pasó a su sobrino Juan Manuel Pereira Soto Sánchez en 1876. El título de Castilla del marquesado de la Concordia Española en el Perú, se extinguió en 1913.

39. Virrey.- Don Joaquín de la Pezuela, teniente general. (1816-1821) Notable tarea le había tocado desempeñar a este oficial español del arma de artillería, que accedió al cargo por los méritos y la novísima plaza que se dispuso en Lima de un departamento de artillería. Al lado del preocupado Virrey Abascal, empeñado en un doble frente de conflicto, de la metrópoli de la cual estaba aislado por la forzada abdicación del Fernando VII, recluido en Bayona y; de otro, los levantamientos de emancipación con el nombre de Juntas que comenzaron su aparición desde la salida del Rey y se propagaron por la Península y el Reino del Perú. Puso su confianza en Pezuela el virrey y enviado al Alto Perú donde operaban fuerzas destinadas a contener los avances de los patriotas enviados desde Buenos Aires ganó sus galones y consiguió, sin proponérselo quizás, el de virrey, en mérito a sus victorias. En España, a donde se vio obligado por la insurrección o motín de Aznapuquio a retornar se le otorgó el título de Marqués de Viluma.

40. Virrey.- Don José de la Serna, teniente general. Conde de los Andes. (1821-1824) El jefe de las fuerzas realistas en Ayacucho, había nacido en Jerez de la Frontera en 1770. Tenía una firme formación castrense iniciada en el Real Colegio de Artillería de Segovia. Antes de llegar a América en 1816, ya era mariscal de campo. De las acciones en que le tocó vivir en el Viejo Mundo destacó su campaña en África donde alcanzó distinciones en la defensa de Ceuta. Cuando la invasión napoleónica combatió en Cataluña. Ya en América participó desde 1816 en los más inquietantes momentos en las luchas por la independencia, hasta que fue investido virrey el 29 de enero de 1821, día en que los jefes realistas se revelaron en Aznapuquio deponiendo a Joaquín de la Pezuela. Veinticinco días antes de la batalla de Ayacucho, se le concedió el título de Conde de los Andes.

Nota: Este virrey adoptaría, contra el brigadier Olañeta , la decisión de separar un efectivo de 4,000 hombres para perseguirlo en razón de su resistencia en pro del absolutismo y en contra del liberalismo constitucionalista de La Serna y sus seguidores. Esto distrajo parte de sus fuerzas y que habría de costarle la derrota en Ayacucho. Dice el informe de la secretaría de guerra del libertador: "Si los enemigos después de los graves y trascendentales sucesos del mes de febrero, hubieran marchado sobre el libertador, S.E. se hubiese visto en la dolorosa precisión de cederles el país, porque hubiera sido el colmo de la imprudencia tentar la suerte de las armas... Por una feliz casualidad, las diferencias suscitadas entre el virrey y el general Olañeta paralizaron el curso de los sucesos..." El brigadier Valdés , sobre este mismo asunto, antes de la batalla de Junín escribe a Canterác: "...Si debimos o no atender primero a Bolívar que a Olañeta, es cuestión que sólo el tiempo decidirá el que acertó..."


Fuentes

Grabados: Internet

Bibliografía.

Historia General del Perú. Virreinato.- R. P. Rubén Vargas Ugarte S. J.

Ayacucho.- La Libertad de América, 1824. - Editora.- Comisión Mixta de los sesquicentenarios de Junín, Ayacucho y convocatoria al Congreso de Panamá.- Lima 1974.- Salaverry 674; 8. Piso - Lima.- Dammert, Cusman & Tord, Autores y creadores.- Imprenta de S. Valverde S.A. Lima - Perú.

Incas, Virreyes y Presidentes del Perú. Peisa

3 comentarios:

Anónimo dijo...

felicitaciones el trabajo esta excelente sobre todo para los que estudiamos para sacar trabajos

Anónimo dijo...

gracias por la informacion esta muy buena ;)

Anónimo dijo...

Un gran aporte muy bueno.