viernes, 14 de noviembre de 2008

Don Francisco de Goya y Lucientes

A don Rafael Córdova Rivera



Autorretrato, 1800

Torredetodos, Zaragoza, 1746; Burdeos, Francia, 1828

Grabador insigne, retratista de carácter e historiador expresivo, cuando no taurómaco inveterado.

Tengo a la vista sus aguafuertes o aguatintas de Los caprichos. La de Goya era una forma de ver para dejar testimonio a la manera del mejor corresponsal, no únicamente del toreo en todas sus fases de arte consumado, también el del muy singular de la violencia que imprime el toro en su acometida, siempre acosado por sus enemigos naturales, los hombres y los caballos.

No será por ello ajeno a la retina del aragonés que éstos yazcan despanzurrados y aquellos esparcidos mal heridos o ya despojos mortales. Tampoco el momento de la verdad que a su juicio debía hacer perpetua la muerte de algún toro o la de algún torero...

Con Goya, tiene lugar el deseo obligado de expresarse el movimiento de la lidia; salvando comparaciones encuéntrase en ese afán un símil en Edgard Degas con sus escenas de la academia de ballet. Para el impresionista parisino le era imprescindible describir en el caballete los desplazamientos de los cuerpos de baile.

¿Quién de los grabadores y pintores pudo haber captado el sentido de la tragedia con la fuerza de Goya? La fotografía, aún no desarrollada o en pleno desarrollo, era casi inexistente por entonces, menos en materia taurómaca; se dejaba únicamente a los apuntes y a la narración la descripción de los hechos y sus detalles. Goya, en este aspecto, con el pincel era insuperable.

El que vemos ilustra una escena interesante una tarde en Madrid, es la de José Delgado Guerra, Pepe-Illo, supuesto discípulo de Joaquín Rodríguez, Costillares y rival de Pedro Romero, a quien jamás pudo superar.

Aquél torero de corazón, intuición individual y libertad sin límites que Goya captó haciendo un recorte -parte del arte pictórico le daría el sepia, el resto el genio del autor- observemos entonces meticulosos y con algún detenimiento este grabado, uno de los 33 desechados por algún defecto, pero que marca un instante, tan solo uno que ha dejado historia.

Es una escena del primer tercio. Los varilargueros se mueven dentro de sus terrenos y parece que aguardasen desprevenidos: uno de ellos se muestra algo maltrecho, el otro va en pos de aquél. Los peones agolpan y miran expectantes; alguno pretende la atención de la bestia moviendo banderillas.



La sombra y el sol se marcan en el ruedo. No es empero un lleno el de aquella tarde matritense. Es el instante, decíamos, que Pepe-Illo hace un recorte o regate, es decir un movimiento pronto y rápido hurtando el cuerpo, para evitar la cogida. Los subalternos están prontos pero permanecen quietos por la velocidad de aquel recorte. El peón de brega envuelto en el capote observa el acontecimiento. El matador montera en mano y la pañosa recogida se mueve con elegancia, el toro va volviéndose…


Pero en la escena que sigue hay drama al por mayor: Pepe-Illo ha sido cogido y ahora aparece zarandeado por el toro, colgado del cuerno derecho y boca abajo tomado por la taleguilla. Un picador acude a caballo y otro a pie acomete por detrás. Es clara la angustia de los subalternos e inútil el peón de confianza que se apura mostrando el capote desde atrás, en su afán de quitarle al toro su valiosa presa.

La suerte de Pepe-Illo está echada y la triste escena permanecerá por siempre para testimonio de los aficionados de aquella tragedia que tuvo lugar el 11 de mayo de 1801; cuando entró a matar al séptimo toro, Barbudo, éste le derribó y enganchó en el suelo con el pitón derecho [...] por el cañón izquierdo de los calzones y le tiró por encima de la espaldilla al suelo, cayendo boca arriba. El toro le acometió de nuevo, levantándole y campaneándole, todo con el mismo cuerno, y así, en distintas posiciones, le tuvo más de un minuto [...], diría más tarde un patético testigo.

Algunos han asegurado que Goya estuvo presente en aquella tragedia, pero no es seguro que lo hubiera estado. Bastó la descripción por confiada pluma para que sus pinceles, colores y buríl mostraran en su magnitud estas escenas.

Cómo olvidar la iconografía de la familia real y el de la sociedad y nobleza de su época, tiempos de derrotas y victorias; de cambios políticos y trascendente vida.

Tampoco las de sus escenas de la Guerra de la Independencia. La de aquellos fusilamientos del 2 de mayo de 1808 y al pueblo de Madrid acorralando a los odiados gabachos y sus aliados los mamelucos africanos.

Pero no es únicamente el pintor sensual de La maja desnuda lo que convoca e invita a contemplar, lo es, además, el haber pintado la clara belleza de algunas mujeres de su romántico tiempo.

Uno de los retratos que merece destacar por la expresión de su dueña es la de doña Isabel Lobo Velasco de Porcel; dama vestida de maja, lleva el cabello blondo y la tez de aquella blancura de la mujer ibérica que denota en su mirar y altivez la galanura tan española que don Francisco supo expresar con magistral destreza.

Aquí se la muestra en dos momentos para significar la especial pupila del artista que tuvo el compromiso de trasladar a la impronta del retrato la serena belleza de la dama de Porcel, puesta en su imaginación, esta vez menos rubia, los labios y ojos de otro matiz y al claroscuro.

Por algo Goya es cabeza pictórica del romanticismo y también expresión notable de esa dicotomía humana que todos poseemos de una u otra forma.

Me refiero con ello a sus Pinturas negras, dantesca muestra de algo más de una docena de cuadros de mano propia con las que decoró, por así decirlo, la pared de su casa de campo, la Quinta del sordo.

No es nuestro deseo abundar en la vida y obra de don Francisco de Goya y Lucientes, pues mucho y preciado de su biografía la escribieron expertos y poetas con mayor sentimiento. Resulta sí imposible pasar por alto las pinturas y grabados dejados para la posteridad con escenas de la lidia; en ellos he querido ver el esfuerzo que expresan los riesgos del arte de Cúchares; los testimonios gráficos de la convulsa independencia peleada con singular brutalidad; y los retratos imperecederos de personajes de la historia tomados del natural con fuerza y elevación de ánimo, con firmeza, con energía.

Moratín, el escritor y amigo del grabador, le contó a otro: [...] Goya dice que en su tiempo fue torero y que con el estoque en la mano no tiene miedo a nadie; y eso que dentro de dos meses cumplirá ochenta años [..]

Goya falleció en Burdeos, Francia, a la provecta edad de ochenta y dos años.


Cuadro Nº 33 Desastres de la guerra

Saturno devorando a sus hijos

Fuentes:

La Fiesta Nacional. Libro de oro de la tauromaquia. Barcelona MCMLI

Wilkipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Goya

La Tauromaquia
:
http://goya.unizar.es/INFOGOYA/OBRA/TauromaquiaIcn.html

Grabados: Internet

6 comentarios:

Anónimo dijo...

MUCHAS GRACIAS MI HERMANO, POR LA DEDICATORIA.EL ARTICULO ES UNA BELLEZA QUE MERECE SER CONOCIDO POR FERNANDO MARCET.TAMBIEN MERECE SER CONOCIDO SU EXITO CON LAS DAMAS, PREFERENTEMENTE DE ALCURNIA, COMO CAYETANA, LA DUQUESA DE ALBA...Y SU VALOR MORAL QUE LO HIZO RETIRARSE A FRANCIA.
RAFAEL

Anónimo dijo...

Lucho:
La marca Goya es mi preferida, vende unas latas de deliciosos frijoles pintos, negros y crema. Gracias a Goya ya no es necesario cocinar y tampoco hay que lavar platos por que se los come directamente del tarro, pero lo mejor de todo es que la lata alimenta a dos personas y solo cuesta 50 centavos!
Hermano, la frase previa si es cierta, pero no escapa a tu lúcido juicio que solo es una broma tonta; algunos como yo disfrutamos ciertos comentarios discordantemente vanales. Como en tu correspondencia nunca intentas un chiste superficial, asumo que prefieres la seriedad, sin embargo estoy seguro que eres tolerante con la bufonería del vecino.
Indudablemente don Francisco de Goya es uno de los más grandes maestros, pero en cuanto a sus trabajos taurinos, lamento decir que cualquier actividad relacionada con el sangriento abuso de seres vivos (toros en este caso), a medida que los años pasan, me provocan mayor sinsabor y censura.
El Perú es uno de los poquísimos países civilizados donde todavía sobrevive tal extremo de conducta humana, no me extrañaría que pronto sea oficialmente prohibida.
Lucho, deseo sinceramente que tu producción ya esté atrayendo al público cuyo interés coincide con el tuyo, en los temas que te ocupan.
Abrazos mi hermano y que siga la brega.

Carlos

Anónimo dijo...

Felicitaciones Luis, gratamente sorprendido por la amplia gama de tus inquietudes intelectuales, he disfrutado del relato que haces acerca de la minuciosidad con que registraba cada detalle este gran maestro de la pintura española.
Al ver su autoretrato, recorde algun comentario de un amigo medico y luego visitando la internet confirme que Goya, efectivamente, sufrio una hemiplejia cuyas secuelas muestra con honestidad en su conocido autoretrato.
Si te interesa conocer que problemas de salud aquejaron toda su vida al artista, lee "Goya, un genio enfermo" escrito por Ramon Valdez Carillo.
Un abrazo,
Jorge Bejar A.

Anónimo dijo...

Dramáticas escenas inmortalizadas por el artista zaragozano. Y es una verdadera crónica de lidia, con los recursos limitantes de un artista del siglo XVIII: el efecto de dinamismo, terror, emoción bravía en los peones y la impertérrita actitud del matador José Delgado Guerra, confiado en su arte y en el agotamiento de la bestia que creyó dominada. La suerte en este tercio que resultó de muerte habla mejor que muchos testimonios capturados hoy por la fotografía, como lo explica el autor de este estupendo artículo: en ellas se imprimen el momento psicológico de la muerte en dos instantes, capturados con apuntes tomados del recuerdo y la experiencia en el arte tauromáquico.
Felicitaciones por la ponderación de uno de 33 grabados desechados del gran Goya. Sin duda, el tiempo y la posteridad le devuelven al arte el valor merecido de sus creaciones.
Luis Adolfo

Anónimo dijo...

Compadrito:

Para rendir justicia a tu buen trabajo, debo decirte que tu cuento –Los Toros del Jaral- figura en mi archivo de Artículos Interesantes, creo que me gusta por que no intenta describir el ritual de martirizar al toro hasta causarle la muerte, como si fuera un arte, por lo tanto la calidad de su contenido queda intacta para deleite de cualquier lector. A propósito, ¿Es un cuento o cual es su grupo literario?

Con esto no pretendo cuestionar arrogantemente tus preferencias, todos tenemos nuestras predilecciones personales, sólo intento decirte cuales de tus producciones me agradan mas que las otras.

Y estoy contento por que la maravillosa época navideña ya se siente en el ambiente una vez más.

Carlos

Anónimo dijo...

Estimado Lucho, aunque no soy aficionado a la tauromaquia, sí recuerdo haber sido llevado por mi padre cuando niño a Acho; después, tuve un amigo cuando adolescente, que prometía cada año lanzarse al ruedo como improvisado, nunca lo hizo o no pudo hacerlo. En agosto del año pasado estuve en Yapa (Cajamarca), pueblo de mi mujer y pude espectar peleas de gallos y la infaltable corrida de toros, me "chocó", lo vi cerca, muy desgarrador, pero lo asimilé, la gente "vibra" ante el espectáculo. Lo de Goya es un clásico y gracias por tu ilustración.

Me encuentro rescatando las fotos de varias decenas de "sobrevivientes" de la Guerra del Pacífico, ya tengo varias, veremos que se hace. El tiempo y "los años que tengo", "conspiran" contra mis proyectos, más aún cuando ahora me encuentro como Jefe de la biblioteca Central de San Marcos y ello me quita mucho tiempo.

Lucho, hable con Jorge por teléfono, de acuerdo con vernos, le sugerí cada dos meses, él es de opinión que sea mensual, coordinemos antes que termine el año y salgamos una tarde para "comer, beber mesuradamente y charlar a raudales".

Un fuerte abrazo,

Alejandro